sábado, 3 de agosto de 2013

COMPLETELY LOST IN TRANSLATION

Días 2 y 3 de Agosto:

Comienza la andadura nipona en la T4 de Barajas a la espera de un vuelo de Emirates que nos lleve a Dubai en 6 horas y media aprox.
María y Edu ya deben estar a punto de llegar a Tokyo. Su viaje ha sido más largo porque hacían noche en Dubai (con transporte, alojamiento y desayuno pagado por Emirates!!!)
Hay que ver cómo saben estos de los emiratos, asientos cómodos, con espacio, servicio de entretenimiento con los últimos estrenos de cine, comida rica y saludable y atención intachable. Y dos detalles a tener en cuenta: 1) disponen de 2 cámaras en el exterior por el que se puede visualizar en tu pantalla lo que ve el piloto y lo que se tiene justo debajo, lo que hace más interesantes los despegues y los aterrizajes y 2) cuando es la hora de dormir todo se apaga y aparecen unas lucecitas en el techo simulando el cielo estrellado. Me quito el sombrero con esta compañía. Como dice María, "ya sólo voy a volar con Emirates!!" Ah! y como anécdota del vuelo.. a dos parejas que iban de luna de miel les han sorprendido en mitad de la noche con una tarta y unas fotos por parte del personal de vuelo. Increíble.

Una vez en Dubai, nos reciben 34 grados a las 00:00, pero en esta ocasión no tenemos tiempo de salir fuera, así que nos quedamos disfrutando del fresquito de la terminal visitando sus lujosas tiendas con lingotes de oro. No sé por qué pero este oro tiene un color distinto al nuestro.
Entre paseo pa' arriba y paseo pa' abajo, nos para una pareja de tipos que resultan ser iraníes, que quieren hacerse una foto con nosotros!! No sé qué han visto en nosotros, pero ha sido curiosa la situación. Sentirse como un famoso por 1 minuto, jejejeje.

Ahora el vuelo más largo, casi 9000 km por delante. Nada que destacar. Llegamos a Narita a eso de las 17:45 hora local, del día siguiente al que salimos. Una hora después de llegar conseguimos pasar inmigración y la aduana. Menos mal que disponen de personal que te ayuda a rellenar los formularios, porque alguno está únicamente en japonés. Cambiamos algo de dinero en la terminal y vamos a buscar el transporte para salir hacia Tokyo.

Tenemos que llegar a Tokyo Station donde hemos quedado con Edu y María para activar el Japan Rail Pass y reservar los billetes de tren para mañana llegar a Akita. De las varias opciones que hay para llegar, escogemos la más barata (cómo no!!), un bus shuttle que en 70 minutos y por 900 yenes te deja en la mismita puerta de Tokyo Station.

Ya estamos los cuatro juntos, dos tercios del grupo completo. Sara y Grego empezarán su periplo mañana. Esperemos que todo siga saliendo sin problemas para encontrarnos.

Para llegar al hotel Houshi Kaikan, cogemos la JR Sobu Line, que por 130 yenes cada uno, nos deja cerca del hotel en 2 paradas. Vamos guiados por Edu y María, ya que ellos ya han hecho el camino esta mañana, peeero... de noche todos los gatos son pardos y ahora ya nada parece lo que vieron por la mañana, así que nos perdemos... Menos mal que aparecieron en nuestra desierta calle, dos japonesitas, un poco bolingas, que al preguntarles por la calle del hotel, directamente llamaron por teléfono y con su borrachera nos acompañaron hasta la misma puerta del hotel. Qué majas!!

Bueno, el hotel, por llamarlo de alguna forma, quedará en nuestra memoria para siempre y no por su calidad, jejeje. Para empezar está en la quinta planta de un edificio al que hay que entrar por una galería comercial tipo mercado.. Al llegar a la planta te recibe una japonesa  (de dudoso sexo) que aunque dispone de "un bigote como una ceja" (palabras textuales de María), es muy simpática y se ríe por todo lo que le decimos o hacemos.

El zulo que tenemos por habitación  tiene dos camastros con unas almohadas que parece que las han hecho con un saco lleno de arroz. Los baños son compartidos, y la ducha es de "estilo japonés". Aunque ya sabemos como somos los españoles con esto de adaptarnos a las costumbres ajenas... En la ducha me ducho yo y mientras los demás que esperen, aunque haya 3 duchas más juntas. Y toda esta colección de comodidades  por tan sólo... 6000 yenes por habitación!!, pero bueno, es Tokyo y está cerca de la estación de tren, así que..

Ya es tarde para la hora de cenar en Japón, pero la recepcionista del bigote nos recomienda un restaurante a la vuelta de la esquina donde podemos comer pescado por poco dinero.
Al llegar a la puerta del sitio, nos recibe un japonés al que algo no le ha sentado bien y ha decidido ponerse en un ladito de la calle a dormir la mona, mientras alguien ha tenido la delicadeza de ponerle la cabeza sobre un pañuelo en el que también reposa una hermosa vomitona y las pertenencias del susodicho. El hombre no tiene pinta de indigente, ni mucho menos, así que nos llama mucho la atención esta situación. Cómo alguien de apariencia normal, con ropa de oficinista, puede terminar de esa forma? Y lo más intrigante.. con qué cara se levanta mañana y dignamente se levanta y se va?

Bueno, hablando del restaurante, hay que decir que todo lo malo que tenía el hotel, este sitio compensó todo. Era un sitio tradicional, con una barra donde sentarse alrededor del camarero, pequeñito, con música jazz de fondo, poquitos clientes y precios bastante bastante baratos. Con decir que cenamos 4 personas a base de raciones de niguiris, sashimi y otros cuantos platos, incluyendo varias cervezas por 4074 yenes! (un poquito más de 30 euros).

La anécdota del día que da nombre al título de la entrada, la podemos describir como "qué entiende cada uno cuando un camarero que sólo habla japonés intenta explicarnos algo".

La situación es la siguiente.. tenemos a Samuel, alias "no tengo medida a la hora de pedir en los restaurantes" y  "siempre se me antoja algo más cuando ya he terminado todo", pues bien, le apetece pedir un plato más de sashimi de salmón. Ya son casi las 11 de la noche y los clientes ya están terminando. Se nos acerca el camarero y nos dice en japonés, algo que hace referencia al salmón que hemos pedido y a la vez nos hace gestos  como de cruz con las manos. Ahora la interpretación que hace Edu: "que nos está diciendo que la ración de salmón va a ser de pocos trozos y vamos a tener que cortarla para que nos llegue para todos". Nada más lejos de la realidad, jajajaja, resultaba ser que "la cocina iba a cerrar y que si queríamos algo más a parte del salmón o esa iba a ser la última cosa que pediríamos".
Evidentemente lo pillamos cuando el camarero se presentó con la cuenta para que le pagáramos cuanto antes y así poder cerrar.

Total, que ya ni por gestos está visto que nos vamos a poder comunicar con seguridad.

Volvemos al hotel, damos las buenas noches al bulto que hay a un ladito de la calle durmiendo la mona y nos acostamos.

A media noche, entre los ronquidos de Samu, la falta de oxígeno que presentaba la habitación del pánico donde estábamos durmiendo, las almohadas de arroz, los colchones de muelles punzantes y los portazos de alguien de las habitaciones de al lado.. me ha sido imposible dormir ni dos horas seguidas.








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