sábado, 17 de agosto de 2013

Un buda enorme y mil mosquitos pequeños

Día 17 de Agosto:

Hoy nos vamos de excursión a Nara. Una localidad a 45 minutos de Kyoto en tren express.
En vista de que a media mañana nos entra siempre el hambre y que nos dan las tantas decidiendo sitios para comer, me preparo unos oniguiris con el arroz especiado que sirven en la versión japonesa del desayuno.

En Nara hay dos estaciones de tren, la de Nara que pertenece al Japan Rail Pass que está donde Cristo perdió la zapatilla, y la de Kintetsu, cerquita de los puntos de interés. En la oficina de turismo de la estación nos dicen que la zona interesante está a 20 minutos andando... y un cuerno! Al menos son 45 minutos bajo el sol naciente y aroma a cagarrutas de ciervo por todas partes.

Así no se pueden ver los sitios porque cuando llegas estás ya harto de andar, pero bueno, es lo que tiene venir en verano (No se lo recomiendo a nadie)

Nara, es conocida por estar cerca de Kyoto y poder visitarse en un día. Dispone de templos, museos, parques y jardines, todos ellos llenos de ciervos sueltos que mendigan por una galleta que te venden allí mismo. No sé qué les echarán las abuelillas que venden las galletas, pero los animales parecen auténticos yonkis y en ocasiones empujan sin piedad a niños y mayores con tal de alcanzar su objetivo.

Para quién no haya estado en Miyajima, puede resultar atractivo el ver a los ciervos tan de cerca, pero al menos para mi, es más de lo mismo y sólo pido que no haya pulgas entre tanta caca de animal porque somos el objetivo ideal.

Por fin llegamos al que será nuestro único punto de interés a visitar, el Todaijii. El mayor edificio de madera del mundo, con un buda de bronce de 16 metros en su interior. La entrada son 500 yenes, pero merece la pena pagarlos. Además en el interior se encuentran maquetas de los distintos edificios que albergaron previamente al buda. También hay una columna de madera con un agujero en la base, del tamaño del orificio de la nariz del gran buda, en el que niños hacen cola para atravesarlo y así conseguir la iluminación.

Como ninguno de nosotros cabe por el agujero, probamos suerte con uno de esos palitos de la buena fortuna tan populares entre los japoneses. Consiste en pagar 100 yenes por sacudir una caja octogonal de madera que contiene palitos con números. Se saca un palito y se enseña al encargado de repartir los folletos de la suerte. En nuestro caso, ¿cuál nos tenía que tocar? pues está claro, el peor de todos. Tan malo debía ser que una mujer que lo vio se tapó los ojos y se fue. Al ser malo, se tiene que dejar atado en unos alambres a la entrada del templo, para que el viento se lleve esa mala suerte. (No ha debido soplar mucho viento, porque después de volver del viaje, ya en Madrid, parece que nos ha mirado un tuerto.. en fin..)

Deshacemos el camino rumbo a la estación de tren, ojeando los puestecillos de souvenirs que hay a la salida del templo. ¿A que no adivináis qué hora es? Pues si, la hora de comer, y nosotros sin comer. Menos mal que tengo mis triangulitos de arroz..

Samu, Edu y María esperan cola en un restaurante que parece muy solicitado. Últimamente nos basamos en el número de gente que haya esperando para elegir, y este tiene bastante, así que será por algo. En la entrada tienen fotos del dueño presentando la especialidad de la casa en programas de televisión y rodeado de famosos locales que visitan su establecimiento. Por lo que se ve en las fotos, el plato estrella es una especie de saco, flotando en caldo. Hasta que no terminaron de comer no supimos el misterio que contenía el saco. Al parecer era un ramen invertido. Habíamos dado con el Ferrá Adriá de Nara!! Es un saco hecho con algo rebozado y frito con textura dura, que no llegaron a saber de qué se trataba... podía ser tripa de ciervo, piel de ciervo... mejor no pensarlo. El saco se abre al servirlo y su contenido de noodles se vierte en el caldo.

Después de comer volvemos al tren y caemos en la cuenta de que nos pilla de camino el famoso templo de Fushimi Inari Shrine. El de los toriis naranjas, para que nos entendamos todos. Está sólo a dos paradas antes de Kyoto volviendo de Nara. Nada más poner el pie en el andén del tren ya hay toriis por todas partes, y el recinto del templo se encuentra cruzando la calle, lo que se agradece.

Sara y yo íbamos con muchas ganas a esta visita. Ella porque le gustan los toriis, y yo porque es uno de los sitios ideales para inflarse a hacer fotos. El recorrido completo son varios kilómetros y se necesitan al menos 2 horas para recorrerlo todo. El que nosotros no pasáramos de los dos primeros túneles, no se debió al tiempo, que de eso teníamos de sobra, ni al calor, ya que estábamos por zona de sombra, si no que éramos el blanco perfecto para los miles de millones de mosquitos que vivían agazapados entre los toriis esperando nuestra llegada.

Fue un no parar, sólo se oían manotazos en las piernas matando mosquitos, y para estar pasándolo mal, nos fuimos. Una pena, pero después de estar acumulando veneno en nuestra sangre durante 16 días y sin un milímetro de piel sana en las piernas, cualquiera se arriesgaba a quedarse allí...

Al terminar la excursión más pronto de lo esperado, nos dio tiempo a pasar por el albergue a descansar un ratito y buscar algún sitio para cenar. Nos recomiendan un sitio para comer sushi, en la zona del rio, porque Samu sigue empeñado con que no ha comido sushi todavía (tiene la misma memoria que Dori la de Buscando a Nemo).

Resulta ser un restaurante de sushi giratorio donde vas cogiendo platos de colores, cada uno con un precio diferente, pero a esas horas ya no lo tienen disponible y se pide de la carta. Eso sí, de forma remota mediante un iPad instalado en la mesa. Muy chulo y nada caro para ser un sitio de sushi. La anédota de la cena fue que la camarera que nos atendía, hablaba castellano perfectamente porque había estado viendo en España con su novio catalán. En el sitio menos esperado te encuentras a gente muy curiosa.

Al salir del restaurante vamos a pasear por Gion, el barrio antiguo de las Geishas, aprovechando que no hay oleadas de gente que como paparazzis, intentan capturar la imagen de alguna geisha de la zona. Y lo mismo que nosotros debieron pensar las 2 que vimos, jejeje. Sin tenerlo previsto, allí estaban. Ya podemos tacharlo de la lista de "Cosas a hacer si vas a Japón".

Y sin más que hacer por hoy, vuelta al albergue en taxi, que mañana será otro día.

1 comentario:

  1. No me creo que Samu no cupiese, o al menos no intentase pasar por el orificio de la iluminación, a lo mejor no se acuerda (Doriiii). Me juego el pescuezo a que JJ si que hubieese pasado por el agujero de la nariz.

    Por cierto.¿Seguro que era la naríz?¿Que estos Japos son muy escatológicos? ;-)

    FOTOOOOOOOS!!!!

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