viernes, 16 de agosto de 2013

Quema de rastrojos

Día 16 de Agosto:


Buenos días desde Kyoto! Hoy el día promete ya que tenemos alquiladas unas bicis para ir visitando la ciudad, lo que hará que nos ahorremos caminatas bajo el sol y la humedad.

Cogemos fuerzas con el desayuno del albergue. Es una mezcla entre continental (café, bollería y tostadas) y japonés (té sin azúcar y arroz). De la leche ni rastro...así que toca beberse de trago el té sin respirar para no notar el sabor y ponerse en marcha.

Las bicis están muy poco usadas y son bastante cómodas para pasear, con su cestita, su timbre, sus marchas.. aunque a Edu le queda un poco pequeña ya que están pensadas para tamaño japonés.

Como la pandilla de verano azul, vamos pedaleando hasta el templo Nishi-Hongan-ji. Es patrimonio de la humanidad y su estructura de madera con enormes columnas y su sala de rezo con los tatamis y el altar, bien merecen la visita. Además es gratuito aunque se admiten donaciones.

El siguiente punto del mapa está al norte: el Castillo Nimenji. Realmente tiene poco de castillo, Es más bien un palacete en mitad de un parque bastante seco, que cuesta 600 yenes entrar y lo único que se puede ver es una exposición de los paneles japoneses que separaban las estancias. Están forrados de pan de oro y adornadas con pinturas de animales o árboles en flor. Son bonitos, pero no nos dejan hacer fotos. Una curiosidad es que el suelo de madera del palacio, emite un sonido parecido al canto de un pájaro cuando se pisa sobre él. Esta técnica se utilizaba para controlar el paso de personas.

Creo que la visita es curiosa pero la desmerecen el calor insoportable y la prohibición de hacer fotografías en el interior. De hecho mientras salíamos del recinto, Grego ya iba levantando la voz diciendo que "menudo timo"y quién lo fue a escuchar??? pues un grupo de españoles, que se dieron media vuelta de la misma.

De aquí la siguiente parada será el palacio imperial donde residía el emperador antes de trasladarse a Tokyo, y que ahora se utiliza de residencia de verano. Vamos a probar suerte ya que las visitas, a pesar de ser gratuitas, se hacen en grupo guiado y bajo previa reserva, y nosotros no la hemos conseguido.
Al parecer merece mucho la pena verlo, por el edificio y el jardín, pero si no se tiene la suerte de tener reserva o conseguir plaza allí mismo en la oficina, a no ser que se quiera pasear por un gran parque, no hay que molestarse en ir ya que el palacio no se puede ver desde fuera de los muros.

Como todos los días, se nos hacía tarde para comer incluso para un español y no teníamos ni idea de dónde ir. A eso le sumamos que era un día de fiesta y la mayoría de los sitios estaban cerrados. Encontramos un restaurante donde hacían curries (es curioso la de sitios de curry que vamos viendo ya). Nos dicen que están a punto de cerrar y que además no tienen comida suficiente para darnos de comer a los 6. No es la primera vez que nos pasa esto, y nos sorprende enormemente, porque una cosa es que se te acabe la ración de pulpo, pero si eres un restaurante sólo de curries, y te quedas sin carne para hacerlo.. una de dos, o no eres muy previsor o los productos que se consumen son tan frescos que las cantidades que manejan son las justas para el día. En fin... resumiendo, que me lio... el tipo del restaurante no sólo nos pide disculpas sino que nos ayuda a encontrar otro sitio donde nos den de comer. ¿A que todos los camareros españoles nos harían lo mismo? Claaaaaroooo que no, jajajajajaja.

Un poco más adelante siguiendo con las bicicletas, encontramos un sitio donde sirven ramen con un caldo de huesos de cerdo que es la especialidad del lugar. El sitio está pensado para comer rápido e irse. De hecho la comida se encarga mediante una máquina expendedora de tickets que hay en la entrada. Creo que esto lo he explicado ya en alguna otra entrada..

Un rato después, con la panza llena de riquísimo ramen y 780 yenes menos en el bolsillo, volvemos a coger nuestras bicicletas, rumbo al este de la ciudad para visitar el templo de Kiyomizu-dera. Por esa misma ruta se encuentran al menos otros 4 templos más, pero dada la hora que es, no tenemos tiempo de pararnos a verlos porque a las 18:00 cierran y aún nos queda un trecho en bici y una cuesta andando hasta llegar a la parte alta donde se encuentra el templo.

Este templo es conocido por 3 cosas: su mirador sobre Kyoto, su santuario para los que buscan el amor y su fuente de los 3 chorros.  Se puede visitar por 300 yenes (en primavera y otoño es más caro)

El mirador, majestuoso, podría haberme quedado allí toda la tarde si no fuera por los cientos de personas que se agolpaban y que daban la sensación de hacer quebrar las vigas de madera que sirven de base.

El santuario del amor, pequeñito pero gracioso, con sus dos piedras enfrentadas que deben encontrarse caminando con los ojos cerrados. Este camino simboliza la búsqueda del amor. Allí estuvimos haciendo la prueba mientras nos hacían corrillo y superamos la prueba con alguna ayudita final, jijijii.

La fuente, refrescante, con aguas terapéuticas según dicen. Consta de tres chorros que salen de la piedra   y de los cuales hay que beber con unas tazas con mango largo para conseguir salud, longevidad o éxito en los estudios. En el momento de beber no sabíamos qué representaba cada chorro, pero nos fijamos que los jóvenes iban al tercero y la gente mayor al primero. El segundo se quedaba para los que esperaban por el primero pero se quedaban sin sitio. Así que elegimos el primero, la salud. Samu se bebió 2 vasos y bromeamos con que la avaricia le va a provocar el efecto contrario ( y a día de hoy, se encuentra con el brazo en cabestrillo después de salírsele el hombro jugando al pádel, a la vez que está con diarrea, ¿casualidad? jejeje)

Recogemos a la salida a Grego y Sara, que no tenían el día de ver más templos después de la decepción del castillo Nimenji y volvemos al albergue para descansar un poco antes de salir por la noche a ver arder los montes.

Hoy día 16 se pone fin a la fiesta del Obon, la visita de los difuntos a sus familias terrenales, mediante el Gozan no Okuribi. Cincos hogueras de grandes dimensiones se encienden en los montes que rodean Kyoto, para que los espíritus vuelvan a su mundo.

Es posible verlas dos de ellas desde la zona del rio Kamo, si se consigue subir a alguna terraza de algún edificio. Después de intentar en varios sitios y que nos rechazaran con distintos motivos, encontramos sitio en una donde ofrecen un menú con "all you can drink", pero que no nos convence porque falta sólo 1 hora para que cierren y no lo van a amortizar, así que pedimos platos sueltos y parrilla de carne. El sitio está animado porque todos los grupos de japoneses llevan horas allí bebiendo todo el vino que han podido. Sólo se alcanza a ver una de las hogueras, pero más que suficiente.
La anécdota de la noche, la ración de queso con crackers, por 500 yenes (unos 4 euros), donde venían 3 quesitos del caserio de sabores a pimiento, mostaza y queso y 4 crackers. La-men-ta-ble, como diría mi amigo Villar.

La noche no promete nada, pero como estos se han quedado con las ganas de tomarse algo, buscamos algún bar. En la zona del canal, en un segundo piso, se anuncia el Moonwalk, un bar con copas por 200 yenes. Demasiado tentador como para no probar. La oferta es real, pero el truco está en el impuesto revolucionario de 400 yenes por persona, por el uso del bar.

Lo que parecía iba a ser una noche sin más, resultó ser la más divertida que pasamos en todo el viaje. Convertimos el bar en toda una fiesta y los camareros terminaron poniendo La Macarena. Hicimos bailar a todos, nos echamos un colega con una borrachera, que tan pronto se quedaba dormido en la barra como se venía arriba y se liaba a hacer brindis. Su amigo intentaba ligar con unas chicas de la mesa de al lado mientras bailaba como Pete el Anguila. Una de ellas parecía la niña de The Ring justo al salir del pozo. Pálida, con el pelo negro en la cara y mirando fijamente. De impresión.

La verdad es que no sé cómo en tan pocos metros cuadrados, se pudo juntar gente tan dispar al mismo tiempo. Teníamos a una pareja de japonesas que bailaban como si les estuviese dando un ataque epiléptico, a una japonesa con dientes de castor, apodada Maria Antonieta, en apariencia modosita pero que se arrimaba e intentaba liarse con todos y todas las que se pusieran delante...


Allí dejamos a toda la fauna y nos vamos al albergue en taxi a disfrutar de nuestro barracón con litera privada.

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