"Grego! Grego! Despierta ya! Te dejo en el pomo de la puerta los pantalones de los Celtics". Así comienza el día en el hotel, después de una noche de karaoke, y es que Grego sigue con la maleta perdida y no tiene ropa para hoy.
Ayer por el cabreo que me cogí no expliqué en qué consiste el asunto, así que hoy, a toro pasado, le dedicaré algo de tiempo. El local ocupaba varias plantas, cada una con varias habitaciones para grupos, correctamente insonorizadas para que los berridos no se escapen.
En la habitación hay sofás y asientos en el suelo para estar alrededor de una mesa comiendo y bebiendo. Hay que estar sin zapatos y durante el tiempo que se haya reservado, se puede rellenar el vaso con refrescos y "High Balls" tantas veces como se quiera. El sistema de selección de canciones se maneja con unas tables con todos los menús en japonés, pero el camarero nos ayuda a llegar al menos al menú de canciones extranjeras, porque si no, íbamos "apañaos".
Se contrata la habitación y se paga por número de personas y horas. A nosotros por 1 hora de karaoke, pagamos 640 yenes por persona. Y tampoco tiene mucha más historia, la verdad.
El funcionamiento del autobús es como el nuestro, pero al revés, jejeje. Se entra por detrás, se sale por delante y se paga cuando te bajas echando las monedas en una maquinita. Según pasan las paradas, se va incrementando el precio, que se indica en una pantalla plana último modelo, en total discordancia con el autobús de la segunda guerra mundial en el que vamos. 540 yenes por persona es nuestra tarifa final.
La caminata son 7,7 km, de los cuales los 2 primeros son subiendo. Entre pitos y flautas, son casi las 12 del mediodía, hace un calor asfixiante, un sol de justicia que nos da de lleno en la cocorota y la cuesta arriba nos hace ir parando cada 5 minutos.
Lo bueno es que se va a la par de un rio, entre bosques frondosos, con paisajes muy verdes y pasando de vez en cuanto por pueblitos con un look muy clásico. Cada poco hay chorros de agua (no sabemos si potable) que caen del monte, donde podemos refrescarnos y retomar fuerzas. Hubo momento en los que llegué a meter la cabeza entera, y porque no encontré una zona del rio donde bañarnos, porque si no, allí voy con ropa y todo. Qué manera de sudar!
El pueblo es de estilo tradicional, con una calle principal con casas de madera de 2 plantas, que ahora se han reconvertido en restaurantes y tiendas de artesanía. El entorno es muy pintoresco y de apariencia es igual que Magome, salvo que este último tiene alguna rueda de molino que funciona con el agua acanalada que va por los laterales de las calles frente a las casas. Si no fuese por los turistas que hay, sería un sitio ideal para quedarse escuchando en silencio el rumor del agua con el fondo de los Alpes Japoneses.
Recogemos el chiringuito para ir a dormir a nuestro siguiente destino, Takayama. Primero un autobús hasta la estación de tren de Nagiso. Espera al menos 45 minutos a que venga el tren. Entre tanto tenemos un ataque de chicharras gigantes y mantis religiosa, del que Sara y yo salimos ilesas gracias a que Edu acaba con el bicho verde de ojos saltones que nos quiere comer. Al grito de "Mátalo más!!!" Edu le da un segundo pisotón, por si acaso se volviera a levantar y clamara venganza. Ya, soy muuuy exagerada, pero es que los bichos y yo no somos compatibles. 3 transbordos más de tren y ya estamos en Takayama.
Al llegar al templo, zapatos fuera e inscripción en el registro de huéspedes donde indicas nombre y país de origen. Cómo no, alguien que había pasado hacía días, apellidada Pujol, provenía del país CATALONIA !!!!. Luego dirán que les tenemos manía.. pero es que van provocando.. (y mira que yo nací allí, pero hay cosas que ..)
No hay comentarios:
Publicar un comentario