miércoles, 7 de agosto de 2013

MÁTALO MÁS!!!

Día 7 de Agosto:

"Grego! Grego! Despierta ya! Te dejo en el pomo de la puerta los pantalones de los Celtics". Así comienza el día en el hotel, después de una noche de karaoke, y es que Grego sigue con la maleta perdida y no tiene ropa para hoy.

Ayer por el cabreo que me cogí no expliqué en qué consiste el asunto, así que hoy, a toro pasado, le dedicaré algo de tiempo. El local ocupaba varias plantas, cada una con varias habitaciones para grupos, correctamente insonorizadas para que los berridos no se escapen.

En la habitación hay sofás y asientos en el suelo para estar alrededor de una mesa comiendo y bebiendo. Hay que estar sin zapatos y durante el tiempo que se haya reservado, se puede rellenar el vaso con refrescos y "High Balls"  tantas veces como se quiera. El sistema de selección de canciones se maneja con unas tables con todos los menús en japonés, pero el camarero nos ayuda a llegar al menos al menú de canciones extranjeras, porque si no, íbamos "apañaos".

Se contrata la habitación y se paga por número de personas y horas. A nosotros por 1 hora de karaoke, pagamos 640 yenes por persona. Y tampoco tiene mucha más historia, la verdad.

Volviendo a hoy, el trayecto en tren hoy sólo es de 1 horita hasta Nakatsugawa. Allí cambiamos a un autobús que en 25 minutos nos dejará en el pueblo de partida de la ruta por el Valle del Kiso. Esta ruta es un fragmento del camino Kisoji, que va recorriendo los Alpes Japoneses, la cual a su vez, pertenece a la gran ruta Nakasendo, que unía Edo y Kyoto en la antiguedad. Cada ciertos kilómetros se debía situar una ciudad de postas para alojar a los viajeros que realizaban el camino a pie. En nuestro caso haremos el tramo más famoso y turístico entre Magome y Tsumago (7,7km).

Mientras estamos esperando al bus, Samu experimenta otro de sus antojos, comerse un pepino japonés. Antes de que pueda haber malos entendidos con esto, explicaré que los pepinos japoneses son un poco diferentes a los nuestros, son más alargados y finos y mucha gente los va comiendo por la calle.

El funcionamiento del autobús es como el nuestro, pero al revés, jejeje. Se entra por detrás, se sale por delante y se paga cuando te bajas echando las monedas en una maquinita. Según pasan las paradas, se va incrementando el precio, que se indica en una pantalla plana último modelo, en total discordancia con el autobús de la segunda guerra mundial en el que vamos. 540 yenes por persona es nuestra tarifa final.

Ahora a buscar la oficina de turismo para dejar nuestros mochilones y nos los lleven al pueblo de Tsumago mientras hacemos la ruta. Por 500 yenes por bulto, merece la pena no ir cargado. En lugar de poner la oficina al principio del pueblo (léase, única calle principal), donde llega todo el mundo, la ponen al final del pueblo, con lo cual, tienes que subir toda la cuesta cargado como una mula, para después tener que bajar otra vez para ver la calle por la que habías venido, para hacer fotitos y tal..


La caminata son 7,7 km, de los cuales los 2 primeros son subiendo. Entre pitos y flautas, son casi las 12 del mediodía, hace un calor asfixiante, un sol de justicia que nos da de lleno en la cocorota y la cuesta arriba nos hace ir parando cada 5 minutos.
Lo bueno es que se va a la par de un rio, entre bosques frondosos, con paisajes muy verdes y pasando de vez en cuanto por pueblitos con un look muy clásico. Cada poco hay chorros de agua (no sabemos si potable) que caen del monte, donde podemos refrescarnos y retomar fuerzas. Hubo momento en los que llegué a meter la cabeza entera, y porque no encontré una zona del rio donde bañarnos, porque si no, allí voy con ropa y todo. Qué manera de sudar!

A lo largo del camino hay unos postes con campanas que, en teoría, se utilizaba  para ahuyentar a los osos que pudiera haber. Y claro, como buen guiri español, allí que vamos tocando todas las campanitas no vaya a ser que aparezca alguno...

Una vez empieza la cuesta abajo, se hace más llevadero porque nos quitamos el sol de encima al ir por dentro del bosque. Al final en 2 horas y media hemos terminado. Buscamos algún sitio para poder comer en Tsumago. El único sitio abierto a esas horas de la merienda para ellos, está en una casita tradicional de la calle principal. Comemos un buen cuenco de soba y un helado de escarcha de nevera con potingue rosa (antojo de Samuel, como no).

El pueblo es de estilo tradicional, con una calle principal con casas de madera de 2 plantas, que ahora se han reconvertido en restaurantes y tiendas de artesanía. El entorno es muy pintoresco y de apariencia es igual que Magome, salvo que este último tiene alguna rueda de molino que funciona con el agua acanalada que va por los laterales de las calles frente a las casas. Si no fuese por los turistas que hay, sería un sitio ideal para quedarse escuchando en silencio el rumor del agua con el fondo de los Alpes Japoneses.
                                 

Recogemos el chiringuito para ir a dormir a nuestro siguiente destino, Takayama. Primero un autobús hasta la estación de tren de Nagiso. Espera al menos 45 minutos a que venga el tren. Entre tanto tenemos un ataque de chicharras gigantes y mantis religiosa, del que Sara y yo salimos ilesas  gracias a que Edu acaba con el bicho verde de ojos saltones que nos quiere comer. Al grito de "Mátalo más!!!" Edu le da un segundo pisotón, por si acaso se volviera a levantar y clamara venganza. Ya, soy muuuy exagerada, pero es que los bichos y yo no somos compatibles. 3 transbordos más de tren y ya estamos en Takayama.

Nuestro alojamiento será en el templo budista Zenjoki. Sí,sí, un templo. Una especie de albergue juvenil pero con habitaciones japonesas, con tatami, futones y paredes de papel entablillado con puertas correderas. Super chulo!! La única pega (para los demás), es que compartimos todos el mismo espacio, y van a sufrir los "ronquiditos" de Samueloso.

Al llegar al templo, zapatos fuera e inscripción en el registro de huéspedes donde indicas nombre y país de origen. Cómo no, alguien que había pasado hacía días, apellidada Pujol, provenía del país CATALONIA !!!!. Luego dirán que les tenemos manía.. pero es que van provocando.. (y mira que yo nací allí, pero hay cosas que ..)

Bueno, ya más relajaditos y fresquitos, buscamos un sitio que a las 23:00 siga abierto y por caridad nos dé algo de cenar. Un bar tradicional nos acoge y una mujercilla entrañable nos atiende muy amablemente. Cuando tenía problemas para entendernos llamaba a una clienta que hablaba inglés para que le hiciera de intérprete. Pedimos un mix de cositas: niguiris, sashimi, carne de Hida (como la de Kobe, pero de esta región), okonomiyaki.. y nos vamos a la cama, que ya está bien por hoy, no?



         

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