jueves, 8 de agosto de 2013

Yo es que soy más de chuletillas

Día 8 de Agosto:

"Me cago en el oso polar!! Samuel, menuda noche me has dado!", decía Edu al despertar, después de compartir futón con Samu y no hacer caso a nuestras advertencias para que usase tapones. El resto estábamos aislados del ruido y hemos dormido estupendamente. Además despertar en la habitación estilo "samurai" con vistas a un jardín, no tiene precio. Edu dice que le dan ganas de saltar a través de las paredes como en las películas de ninjas, jajjaja y que si aquí no puede hacerlo, se irá a Okinawa a "aplastar como uva", "buscar a Hatori Hanso" y atravesar una pared de papel.

Lo de dormir en el suelo ha resultado mejor de lo esperado. O igual estábamos tan cansados de la excursión y el carrusel deportivo de trenes de la vuelta, que si hubiéramos dormido sobre clavos no nos hubiésemos enterado.

A las 8:30 nos ponemos en marcha para visitar Hida No Sato (Hida Folk Village, para los que no entienden japonés). Se trata de una simulación de las casas que se pueden ver en el pueblo de Shirakawagago, pero a sólo 10 minutos en autobús desde Takayama y por el módico precio de 900 yenes cada uno (entrada + billete de ida y vuelta en el autobús).






Se resumen en un mismo espacio, diferentes muestras de casas auténticas traidas desde diferentes zonas de la región.  Están accesibles para entrar en ellas y se explica en inglés las características de cada una, su fabricación, etc.. La visita es muy amena y hay algún entretenimiento con juegos de la época para los niños (y no tan niños...).

                                   

Después de hacernos mil fotos, volvemos a Takayama a comer de nuevo la famosa carne de ternera de Hida. Una carne con muuuuchas vetas de grasa, que al parecer es de las mejores de Japón junto con  la de Kobe.


Entramos en un restaurante/carnicería especializado en distintas preparaciones de esta carne, donde las mesas incorporan una parrilla, para que tú mismo te cocines la carne al gusto (estilo parrilla coreana, JJ).


Probamos distintas piezas con diferentes cortes a la plancha y en hoja de magnolio. Está buena, aunque en tipo carpacio y cruda es como más nos gustó, porque cuando se hace al fuego y en trozos más grandes, sabe demasiado a grasa. Por asemejarlo a algo, sería como comer la carne del chuletón junto con la parte de la grasa.
De esta opinión, el título de hoy, una frase que Edu le decía a María mientras miraba la carne con cara de "pues no sé por qué esto tiene tanta fama, si nuestro chuletón está mil veces mejor"

Después del atracón de carne grasosa nos acercamos al barrio antiguo de Takayama con casitas de madera dedicadas a tiendas de comida, souvenirs, artesanía y sake, ya que Takayama es zona de famosas destilerías.

Las tiendas de sake son fácilmente reconocibles porque en la puerta colocan una gran bola hecha de ramitas de cedro. Otra característica de esta ciudad son los "tronos de semana santa". No simbolizan eso, evidentemente, pero en las calles pueden verse casas con grandes portones como los que tienen las cofradías. Son más bien, como reproducciones de altares o algo parecido. No tengo mucha información porque de las palizas que nos pegamos, pocas ganas nos quedan de visitar museos, la verdad.

Terminamos la visita a esta ciudad entrando al templo Sakurayama Hachimang donde como no podía ser de otra manera, nos saltamos todos los protocolos y ritos asociados a este tipo de visitas. Y es que en la entrada de los templos hay una fuente de agua con cacitos, donde se deben "purificar" las manos y la boca, pero nosotros la usamos a modo de "refresco" y Samu se moja la cabeza, los pies... De esta, o nos cae una maldición de por vida o nos echan del país.

Recogemos el equipaje en el alojamiento y nos vamos a la estación. Cogemos el primer tren, que va recorriendo un valle super chulo, de repente se para en una estación más de la cuenta y empieza a anochecer. No sé si lo he contado, pero el sistema de transporte en Japón es ultra-mega puntual. Si te dicen que el tren va a llegar a y 32, es que es a y 32, así que nos preocupamos cuando pasada la hora de llegada a nuestra estación, seguíamos entre montañas y con la noche echada encima. Ya pensábamos que teníamos que acampar en el rio, cuando al bajarnos del tren, el siguiente enlace, nos estaba esperando. Impresionante. En España, seguro que hacían lo mismo, ja ja. Tras este tren, teníamos que coger otro más, uno de los rápidos, por lo que nos pegamos "el carrerón" cargados con las mochilas a la espalda. Llegamos al andén y el controlador de la vía ya está pitando para darle la salida y María, a lo Usain Bolt, se recorre medio andén para preguntarle si ese es el tren que tenemos que coger y efectivamente, ese es! Retrasamos el tren, con esto ya si que nos estamos ganando que pongan una foto nuestra en la frontera para no volver a dejarnos entrar al país.

Gracias a que se alinearon todos los astros, conseguimos llegar a Kanazawa. Al salir de la estación y el amparo del aire acondicionado recibimos una bofetada de calor que nos hace empezar a sudar como si estuviésemos en una sauna sueca. Eso, sumado a que nos perdemos buscando nuestro hotel.. Cuando por fin llegamos nos encontramos a un japo rapero medio fumao, que nos recibe en un hall de 2x2. Es una "guest-house" con 5 habitaciones. Todas a compartir, repartidas en dos plantas, bastante mínimas. La decoración es muy moderna y nuestras habitaciones son de futones. Lo primero fue pasar todos por la ducha y pedir al pandillero que nos encendiera el aire acondicionado porque seguiamos estando como en una sauna.

No nos queda muy claro por qué no tenemos un mando para controlarlo nosotros, pero bueno. Mientras hacemos la ronda de duchas nos damos cuenta que en el display del aire, aparece un 21 y el símbolo del yen. Pensamos que era la temperatura, pero cada cierto tiempo el número se incrementa como si fuera un taxímetro y al llegar a 27 tiramos del cable no vaya a ser que mañana nos levantemos y tengamos que pagar por haber usado el aire. Dudamos si salir a cenar por no volver a encontrarnos con la ola de calor, pero al final puede más el hambre. Un picoteo cerca de la estación y vuelta al hotel zulo.





Voy a explicar algo que estamos poniendo en práctica todos los días. La asignación del rol de "estrella" y el rol de "lastre" del día. Se otorga por méritos el primero, y por hacer algo que fastidie al grupo el segundo.
Para que el rol quede patente, hemos hecho unos broches de fieltro de una estrellita y un caracol. Y hay que llevarlos todo el día puestos y visibles.

Llevamos ya varios días en Japón y el lastre ha estado siempre en poder de Samuel. La estrella de hoy es sin lugar a dudas, para la corredora de 100m con mochila, que nos ha salvado de perder el tren. Así que María llevará mañana su estrellita, a la que hemos bautizado como "Okinawa".

Y por hoy ya hemos tenido bastante. A dormir.

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