Día 24 de Agosto:
Como era de esperar, la noche de chicos fue un fiasco total. Vagabundearon por bares más que sospechosos y un gordito les ofreció un "massage and blowjob". Al final terminaron en el barrio bebiendo whisky con un madrileño casado con una china/japonesa que estaba a punto de dar a luz.
Hoy sigue el cielo nublado aunque parece que no va a llover, así que elegimos visitar el parque Yoyogi.
Hay un autobús que pasa por el barrio con forma de perro que nos deja en la puerta por sólo 100 yenes. Es uno de los parques más grandes de Tokyo y alojó la villa olímpica en su día.
Según nos vamos acercando, vemos que hoy no es un día normal en este parque, y es que grandes grupos vestidos con trajes tradicionales de colores y grandes banderas. ¿Qué está pasando aquí?
Nos bajamos del perrobus y seguimos a la multitud hacia un paseo dentro del parque donde se está produciendo un desfile. Estos grupos que hemos visto, desfilan a los largo de 200 metros interpretando una coreografía con banderas, abanicos, sombrillas, pañuelos y una especie de castañuelas a la japonesa. Muy espectacular por la variedad de coloridos, vestimentas y coreografías. Al parecer es un concurso nacional de danza donde participan grupos de diferentes prefecturas de Japón, donde los integrantes van desde niños pequeños hasta personas mayores.
Aparte del paseo principal hay 2 escenarios donde los grupos van actuando, esta vez sin desplazarse, lo que da más vistosidad a la coreografía y permite verla de forma completa.
Muy chulo, ha estado curiosa la mañana. Comemos unas hamburguesas hechas en los puestos de comida del festival y terminamos la visita al parque descansando al borde del estanque.
Las vistas son bonitas e invitan a invertir un poco más de tiempo es quedarse allí. De esta forma es como vimos al perro hawaiano. Un perro al que su dueño le llevaba con gafas de sol para perros y una camisa de flores. Total!!! También nos pilló por banda la chica que ofrecía abrazos gratuitos.
Una vez abrazados, nos dirigimos a la salida del parque que da a Takeshitadori. Esta calle es la conocida por estar frecuentada por las gothic lolitas y demás personajes con looks poco habituales. Hay muchas tiendas con ropa "diferente" y un gran Daiso (la tienda del todo a 100 yenes).
Después de hacer unas compritas en el Daiso, nos volvemos a Shinjuku. Sara quiere encontrar la calle de los Yakitoris y Edu y Samu quieren ver el Goldengai. De camino nos encontramos a un lugareño que saca a pasear a su mascota, un surikata, o perrito de las praderas. Es muy gracioso, porque entre que la gente le para cada dos por tres para hacerse fotos y que el bichejo sólo sabe estar de pie.. el lugareño debe tardar como 5 horas cada vez que le saca a la calle.
Preguntando, preguntando, llegamos al Goldengai. Es un sitio parecido a un poblado chabolista en mitad de los rascacielos. Casitas de 2 plantas, con bares y restaurantes minúsculos. Y cuando digo minúsculos es que no entran más de 6 o 7 personas y todas en fila. Encontramos uno llamado Nana Bar. Un rincón dedicado al flamenco en pleno Tokyo. Yo no puedo contar mucho sobre el sitio, porque Sara, Grego y yo nos tuvimos que ir invitados amablemente por el dueño del bar, ya que no íbamos a consumir nada y no podía permitirse ocupar 3 sitios en ese minibar. El caso es que al parecer los que se quedaron se lo pasaron muy bien, fingiendo ser toreros famosos en España y vacilando a los aficionados al flamenco con que no tenían suficiente "duende".
Partimos en busca de la calle de los yakitoris, pero nadie parece conocerla. Realmente no creo que sea una calle si no que por esa zona hay bastante restaurantes donde sirven yakitoris (las brochetitas de toda la vida). Elegimos uno cuya especialidad es el pollo, en todas sus variantes: pechuga, contramuslo, vísceras, piel.. la verdad es que estaba todo muy rico. Me volvió a sorprender que se quedaran sin existencias de ciertos platos y también me llamó la atención, el acompañamiento que llevaba uno de los pinchos. Una yema de huevo cruda por dentro, como la de un huevo frito, pero hecha ligeramente por fuera de manera que se pudiera coger con los palillos sin romperse. Pregunté cómo la hacían, pero no quisieron desvelarme su secreto.
Sin más, nos volvimos a casa. Iba a ser nuestra última noche en Japón, pero ya estábamos reventados de todo el día, así que preferimos descansar. Mañana será otro día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario