Día 6 de Agosto:
Toque de corneta y para arriba otra vez a las 7:30 de la mañana. Menos mal que luego aprovechamos los trayectos de tren para dormir un poco más..
Como ya venía intuyendo, el desayuno iba a complicarse por momentos. Hoy ya han dejado de existir la leche y los panecillos. Pero el taco de tortilla francesa dulce, ahí sigue!! junto a un apetecible estofado de carne que a estas horas sólo con verlo ya se me cierra el estómago. Menos mal que hay unos croissants que me salvan por hoy.
Hoy es el día en el que nos juntamos ya por fin con Grego y Sara en Matsumoto. Esperemos que todo les haya ido bien ya que no hemos tenido wi-fi estos días y no tenemos noticias.
Comenzamos la gymkana de los trenes de hoy, que nos dejará en Matsumoto a eso de las 2 de la tarde, desde las 8:40 que salimos. Edu hay veces que no me cree cuando le digo que tenemos que coger otro tren más.
Con lo divertido que es leer la revista de la tren-tienda con sus gorras con pelo incorporado, sus ahuyentadores de pájaros para que no te caguen en la ropa tendida, sus pinta calvas..
El paisaje ya llegando a Nagano cambia completamente y aparecen las montañas. Estamos en lo que se conoce por "Los Alpes Japoneses"y está verde verde.
Una vez en Matsumoto, vamos al hotel a dejar las mochilas. Mientras relleno el papeleo, gracias a la Wi-fi del hotel, nos llega un mensaje de Sara diciendo que a Grego le han perdido la maleta en Dubai. No dice si vienen o si nos vemos en la siguiente etapa porque tienen que esperar la maleta... Ayss, todo no podía salir 100% perfecto no?
Mientras vemos si aparecen o no, nos vamos a comer. Al parecer es típico de la zona, la carne de caballo y los fideos soba (fideos hechos a mano de trigo sarraceno, que suelen comerse fríos). En la calle más popular-turística de restaurantes, está todo cerrado por la hora (15:00h), y el único que parece estar abierto es uno especializado en Soba. (Finalmente resultó ser el restaurante mejor valorado de todo Matsumoto, así que acertamos de casualidad).
El lugar es muy bonito, con sus puertas correderas de madera con papel, mesas para comer en el suelo.. todo de madera.. muy japonés. Los dueños no hablan nada de inglés, aunque tienen un menú en inglés donde resumen la carta original y explican cada uno de los platos.
El caballo ganador se lo lleva Samu con una sopa de soba calentita con verduras y tempura de acompañamiento. Edu, tiene unos soba fríos y un poco insípidos. María y yo hemos cogido un pack de tres recipientes de soba fríos. El primero para comer con soja y wasabi, el segundo para comer con semillas de sésamo y el último con té verde espolvoreado por encima.
Hubiese estado bien, si no llega a ser por el segundo piso. Al montón de fideos lo coronaba una bola de baba espumosa, que no tenía sabor, pero de aspecto y de textura era bastante asquerosito. Parecía que te estuvieras tragando un escupitajo gigantesco. Probamos también una tortilla de trigo sarraceno con miso, que no estaba espectacular, pero sabía bien y quitaba el hambre.
Va siendo hora de ir a ver si Grego y Sara han llegado al hotel o no y de visitar el castillo negro (o castillo de los cuervos) de Matsumoto antes de que cierren a las 17:00. Samu y Edu van en su busca, y María y yo les esperamos en el castillo. Misión completada!!! han llegado!! aunque con una maleta menos, pero todo tendrá solución.
Entramos al castillo descalzos, porque así lo mandan las normas y vamos subiendo los 6 pisos por escaleras de madera cada vez más empinadas. Es increíble cómo está conservado para ser un edificio del siglo XVI todo en madera. Es uno de los cuatro castillos más antiguos de Japón que aún conservan la originalidad, sin haber sido restaurados. Tanto le ha gustado a Eduardo, que se ha llevado clavada una astilla en el dedo de recuerdo.
Echamos el rato en la parte más alta del castillo, a la fresquita de una ventana, mientras damos voces como si estuviéramos de cañas en un bar de Madrid (siempre dando la nota). Ya hace más de media hora que el castillo cerró y nosotros seguimos ahí. Nunca dejará de sorprenderme hasta dónde llega la educación de esta sociedad. Esperan hasta que salga la última persona por voluntad propia. En España, 5 minutos antes, ya estaría el guardia de turno echando a la gente a trompicones.
Es justo salir del castillo y cae un tormentón de verano que nos obliga a esperar dentro de una cabina de teléfono. Volvemos al hotel a consultar dónde cenar y recoger nuestras mochilas y la llave de la habitación. Y otra muestra más de la amabilidad de esta gente, nuestras mochilas ya estaban en la habitación!! Me dejan sin palabras.
Para cenar, damos 40 vueltas hasta que encontramos un sitio lleno de japoneses comiendo en el suelo, en el que no tienen la carta en inglés. La camarera es muy maja y gracias a su diccionario de japonés-inglés y señalando los platos de los de la mesa de al lado, nos apañamos para cenar muy bien. Nuestros vecinos de mesa nos dan a probar de su comida para que sepamos si nos gustará o no lo que hemos pedido. Pero qué gente más maja!!! A este paso va a ser un trauma volver a España.
Para coronar la cena, los chicos deciden probar el whisky japonés. La camarera nos enseña las dos marcas que tiene, una botella de Santori y una garrafa enorme en la que sale un pirata en la etiqueta. Un auténtico garrafón, nunca mejor dicho, jejejeje.
Aunque no es muy tarde (23:00), yo estoy con ganas de irme ya al hotel, pero cuando estamos volviendo pasamos por delante de un karaoke decorado como la discoteca Kapital, con varias plantas y allá que se meten todos para ver de qué va el asunto.
El tema consiste en alquilar una habitación para el grupo, para X personas y por X horas. El precio en nuestro caso sería de 640 yenes por persona por una hora de karaoke con bebidas ilimitadas incluidas, de tipo refresco, cócteles y whiskies con soda (lo que ellos llaman High-Ball). Mientras el recepcionista nos enseña un chuletario en inglés que tiene con las frases fundamentales para gestionar el karaoke, Edu y Samuel desaparecen y les vemos de vez en cuando aparecer en las distintas plantas por las cámaras de seguridad de la recepción.
Al final terminamos descalzos en una habitación en penumbra, con un sistema de karaoke totalmente en japonés, y sin saber ni cómo elegir las canciones ni nada. Así que allí estoy pegándome con la tablet para buscar canciones, mientras los demás ya están pegando voces por los micrófonos.
La situación me supera. Nunca me han gustado los karaokes, no me gusta cantar ni escuchar berridos de los demás, lo siento. Entiendo que ellos se lo estén pasando muy bien, pero estar loco pulsando en una pantalla, jugando a acierto y error para encontrar canciones, mientras tienes a uno que está cantando con voz de Bertín Osborne "Buenas noches, señora, buenas noches, señora... hasta la vista", otro que se dedica a subir el volumen a todo lo que da, otro que pasa de la letra y del ritmo de la canción, se cambian los puestos y a otro le de por cantar Héroes del silencio a capella mientras con el otro micrófono están cantando Julio Iglesias. STOOOOOP!!!! Me piro, señores, ahí se quedan dando la nota, que yo me voy al hotel. Buenas noches.
Genial! Me encanta leerte.
ResponderEliminarY cuantas más aventuras cuentas mayor es mi envidia marrana.
Y lo de echar al personal pronto; a Norah cuando era jovencilla le apagaron las luces (para echarla, claro) en una librería de bruselas 15 minutos antes de cerrar!!! Aquí SÍ que son rancios.
Y hablando de fideos, mira lo que aparece hoy en El País:
http://elviajero.elpais.com/elviajero/2013/07/16/actualidad/1373995733_845678.html
Ala, a sobarla ;-p